Divagando

 Decir adiós.

Decir adiós duele. Decir te quiero, alivia el alma. Decir te extraño nos acerca. El silencio confunde. La soledad angustia y marchita el corazón. Dejemos que el Universo encuentre la sincronía necesaria y la razón de nuestra conducta humana.

A veces

A veces quisiera no tener recuerdos. Al menos, olvidar todos los momentos tristes, las despedidas para siempre, los momentos de angustia, los que generaron rencores, las disputas, las discusiones fuertes. Olvidar tantas lágrimas. Olvidar las mentiras, los desengaños, la hipocresía. Entonces, en mi almohada no habría huellas de llanto silencioso, contenido.

Anoche soñé 

Anoche soñé contigo. Qué lindo fue volverte a ver, darte un gran abrazo. Después de tanto tiempo tener la tibieza de tu cuerpo, tus besos sobre mi piel, mis labios en tu mejilla, y el temblor de tus manos otra vez,

Cuando me siento incapaz de cambiar el rumbo de los acontecimientos, sólo dejo pasar el tiempo. Él acomoda las cosas en su lugar, de la mejor manera y en el momento perfecto. Aunque el resultado no me guste, será, sin dudas, lo mejor que pueda ser.

¿Has sentido alguna vez que has llegado a ese lugar especial en el que te quedarías para siempre? ¿Ese momento mágico en que quisieras detener el tiempo? Hay un lugar que te contiene, que junta tus pedacitos ¡te reconstruye! Ese pequeño espacio, bien apretado junto a tu pecho, el lugar irreemplazable de un abrazo.

En la inmensidad del Universo somos una gota tan ínfima y sin embargo, el amor nos hace grandes, fuertes, importantes para el otro. Un abrazo nos hace sentir invencibles. Esa gota que somos emite tal energía, tal luz, que la magnitud del espacio ya no parece tal.

Cuando levantas tu mano para decir adiós y vuelves sobre tus pasos, ese ser que se ha ido se lleva tu abrazo, tu mejor sonrisa, tu calor. Ese pedacito de ti iluminará allá a donde ese ser esté y ese pedacito de ti que se ha ido con él te mantendrá conectado para siempre a ese ser maravilloso que tocó tu corazón.

La noche.

Cuando llega la noche y el sueño me envuelve, en ese  momento brevísimo entre vigilia y sueño, te pienso. Y me duermo en una especie de bruma entre realidad y fantasía. Te extraño. Pero estás conmigo. Me acompañas cuando estoy triste, cuando la nostalgia es fuerte y también en los buenos momentos. Gracias.

Me miras.

Me miras a los ojos a través de la cámara pero no me ves. Cantas y tu voz habla en mi mente, en mi corazón y en mi alma. Tú no me ves, no sabes que existo. Pero yo sí te veo, te escucho, sé de tu vida, tu nombre, tu familia, tu país y tu historia. Nada sabes de mi, pero tu voz hace brotar mis lágrimas. Eres único, inigualable, inalcanzable y tan cercano, sin embargo.

Muchas veces he pensado qué haría si este fuera mi último día. Y siempre digo lo mismo: creo que no haría nada diferente. Amo lo que hago.

No volvería al pasado. Mucha gente dice: "volvería a vivir esta vida". A mí no me gustaría volver a vivir lo que ya he vivido. Aunque hubieron momentos muy felices, no los repetiría porque todos ellos fueron pasajeros; muy lindos, pero breves. Y los momentos tristes, fueron amargos e interminables.

Gracias.

Hay eventos en la vida que son tan enormes, tan valiosos, tan importantes, que no hay palabras para expresar lo que sientes. Sólo puedes decir: ¡Gracias, gracias a la vida que me ha dado tanto!

Mi soledad, mi libertad, mi elección.

Momentos.

Hay momentos en que reviso mi vida y veo cuántos momentos dolorosos, cuántos tristes, cuántos trágicos he vivido. No sé cómo mi corazón ha resistido tanto dolor. ¡Qué fuerte soy! ¿Cómo puedo soportar tanto sin enloquecer? Dicen los creyentes que Dios te da la Cruz que puedes cargar. Él sabe mejor que yo entonces, cuánto soy capaz de resistir!