Cuando tocas con
las manos la tierra, cuando hundes en ella la semilla, y cuando tras la espera,
aparece tímido un pequeño brote, entiendes la comunión, la reciprocidad, la
maravilla de la vida. Sientes que formas parte de ese universo perfecto, donde
nada ocurre porque sí; donde todo sucede en sincronía. Porque sólo basta un
pensamiento, una palabra, para que se convierta en realidad, lo que sólo un
sueño era.