¡Estuve tan cerca del manantial!
Acerqué mi frente, estiré mis manos,
percibí la frescura y el sonido
del agua al correr, pero al final
mi sed no calmé, no bebí ni un sorbo.
¿Por qué?
Mirando el agua me quedé,
disfrutando del paisaje
y la quietud del lugar.
Mis manos anhelantes
extendidas al vacío,
no llegaron al instante
preciso, en ese rocío
traslúcido, de gotitas flotantes,
que en terrible desafío
me dejan detrás del cristal...
Lentamente me alejé del lugar.
Febril, mi frente,
secas y vacías mis manos.
En silencio, como siempre,
sofocando el sufrimiento;
sonriendo, sin embargo,
con alegría fingida.
La sed acuciante,
secos mis labios,
la mirada ardiente
en una búsqueda sin par,
y no bebí ni un sorbo,
la sed no pude calmar.
Ivalopano