Cuando camino entre los pinos por el sendero arbolado, a orillas del río, siento una gran emoción, como si por fin llegara a mi lugar, ese sitio que está en todos lados, en las copas, que susurran con la brisa, en los troncos ásperos y recios, en las ramas enormes, fuertes, en las raíces que quedan al descubierto cuando el río les quita el suelo; en esas raíces que se afianzan cada vez con más fuerza para sostener esos enormes árboles en pie.
Comprendo qué difícil tarea tienen cuando año a año, con cada creciente, el río
las empuja y arremete contra ellas, quitándoles palmo a palmo, con cada embate,
un poco de suelo. Ardua tarea debe ser tratar de sostener ese gigante que se
estremece y sacude con cada nuevo temporal.
Y me
siento parte de ellos, me apena su suerte. Siento la necesidad de abrazarlos…