Mientras la música suave se escucha en la habitación, mis lágrimas dejan huellas en la almohada. Es inevitable.
Mis ausentes buscan mi alma.
Desde lo más profundo los abrazo. Me quedo en ese refugio amoroso, de ensueño, y vuelvo a ese lugar entrañable que tanto añoro.
El sonido tiene el poder de armonizar, sembrando allí dentro algo parecido a la
calma.
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