Oh, Señor!
Dame el poder. El poder de la palabra. De la palabra justa, atinada y precisa. La palabra piadosa. Aquella que llega al fondo mismo del corazón tocado; aquella que abre el entendimiento de la psiquis perturbada; aquella que abre una ventana en la oscuridad, la que hace entrar un hilo luminoso. Aquella que aclare ese tumulto de pensamientos confusos. La que logre aquietar el caos de voces y de llantos. La palabra que transforme el dolor y la confusión en esperanza. Esa que me permita llenar de fe un corazón desolado.