La piedra cae al agua; genera una
serie de círculos concéntricos que se extienden y extinguen lánguidamente, cada
vez más lejos. Queda en la retina ese movimiento circular de uno, otro, otro, y
otro... como interminables.
Así cae cada palabra despectiva en tu
alma y se va extinguiendo, pero cada una que se extingue se multiplica como los
círculos en el agua y se agiganta en tu mente y tu corazón a fuerza de repetir
una y otra vez en tus oídos con un eco machacón.
La piedra, no es más grande, ni más
pesada, sin embargo, el primer círculo se forma naturalmente y luego se
extiende, se agiganta más y más hasta alcanzar la máxima extensión. La piedra
más pequeña, genera igual una interminable cantidad de círculos que se agrandan
más y más.
¿Cuál es la solución? ¿Cómo evitar
esos círculos? Hay que lograr que la piedra no caiga en el agua. O no mirar los
círculos que se forman, para que no se queden en la retina multiplicándose
interminablemente en la mente y la imaginación. Simplemente oír el chasquido de
la piedra al caer al agua y no pensar más en él.
De esta manera, no tendrá más efecto
que el pequeño ruido. No habrá movimiento visible, no habrá círculos en tu
mente, no habrá más herida en tu corazón.
Cuán importante es a veces, decir las palabras justas, en el
momento exacto; y cuántas otras, es necesario callarlas a tiempo para no
mostrar nuestra vulnerabilidad, para no quedar expuestos, frágiles y trémulos
ante el egoísmo, la envidia o los celos.
Ahora, mis ojos buscan aquellos otros… que miran diferente,
que ven en mí, quizás lo que ni yo veo. Si en algún momento, nuestras manos se
rozan, sin querer, en el movimiento natural de la tarea, o en un saludo,
mi piel estará alerta, sensible al tacto, el calor, la suavidad o la rusticidad
de esas manos.
De igual manera, mis mejillas estarán esperando el roce de un
beso amistoso, cordial, correcto, tratando de intuir no obstante, un énfasis mayor, un
instante de prolongación en la caricia.
¿Qué es lo que ha cambiado?
Nada. Y todo. El tiempo ha pasado, cada uno sabe cosas del
otro y su vida, que de alguna manera nos une en una especie de complicidad
dulce, un poco ingenua, que sin embargo, no queremos perder.
De pronto necesito más que nunca un espacio. Un lugar íntimo,
ese sitio, refugio donde sólo quepan mis versos, mis libros y mis sueños. Donde
pueda oír la voz que habla directo al corazón. Donde solo estemos Tú y yo…
Donde Tú seas la paz, la luz, la voz, la comprensión, la compañía, el abrazo
que tantas veces no tengo… Ese abrazo que contiene, ampara y ama…
En las noches largas, mientras el sueño no llega, pongo tu música y cierro mis ojos. Mi alma, mi corazón y mi mente se llenan de una melodía maravillosa. Transcurre la noche y yo sigo hechizada. Luego, poco a poco, tomo conciencia. Despierto. Y aún antes de poder razonar lo que ha pasado, mi alma, mi corazón y mi mente cantan tu música envolvente y maravillosa.
La vida transcurre con su ritmo constante y pausado. Nada hace que cambie su curso. Solo nosotros apuramos el paso y queremos ir de prisa. Pero los hechos se suceden en el momento preestablecido, y de forma inexorable nos sentimos frustrados. De poco sirve correr, si lo que ha de suceder mañana, no hay forma de adelantarlo. Eso es lo que nos angustia, nos desespera.
Parece que caminamos con los ojos vendados. Todos los acontecimientos están allí distribuidos en nuestro camino, para verlos en el momento exacto. Pero, mientras no lleguemos al lugar y el tiempo justo, no podemos verlos, ni saber nada. Esa incógnita, es a su vez, el incentivo que nos lleva a investigar y analizar todo.
A lo largo de la vida, a fuerza de luchar contra el tiempo, aprendemos a esperar. Aprendemos que de nada sirve correr, si no vamos a poder adelantar nada. Todo está allí. Sólo tenemos que sintonizar la frecuencia correcta, en el lugar y el momento preciso. Nada más. Pero, esto lo comprendemos, a veces, tarde, y desgastamos las fuerzas tratando de apurar un evento.
De esta forma, cuando no sabemos cómo seguir, cómo resolver tal o cual problema, sólo es cuestión de esperar. Dejar que el tiempo transcurra con normalidad. Si la solución está en el camino, llegaremos a ella, justo a tiempo. En la vida todo sucede en el momento exacto.
Al final, comprendemos que todo ocurre como lo soñamos y porque lo soñamos. Creamos nuestra realidad, de acuerdo a todo aquello en lo que nos enfocamos. Entonces lo que debemos hacer, es soñar con aquello que queremos alcanzar y no distraernos, ni dispersarnos con otras cosas, o en preocupaciones y temores sin sentido.
Si estamos convencidos de lo que queremos, debemos enfocarnos solamente en eso y al final lo alcanzaremos, porque así lo soñamos y porque así lo hemos creado.
Cuando la
inmensidad es pequeña, cuando la pequeñez es interminable, cuando elsilencio
grita dentro de ti, cuando la voz enmudece, cuando tiembla tu mano… respira.
Tan solo respira. Eres parte de esa inmensidad, eres interminable en tu
pequeñez. Respira.
Respirando… para
aquietar el pensamiento, comienzo a elevarme. Es una sensación muy buena la de
volar. Me dejo llevar totalmente ingrávida. Me doy cuenta que estoy en mi vuelo buscándote. Creo que, si ambos coincidimos
en algún momento, en la frecuencia correcta, deberíamos encontrarnos en ese
plano sutil donde el cuerpo no cuenta…
Doy gracias a la vida siempre, por lo vivido que fue hermoso. Y eso no se borra. Lo
vivido, vivido queda. Lo que no pudo ser, no fue. De una forma egoísta me
alegra saber que hay un lugar en tu vida que sigue estando vacío. El solo hecho
de pensar que no me has olvidado y que no has podido llenar ese lugar, me
reconforta, aunque éste, sea un sentimiento mezquino.
Dame el poder. El poder de la palabra. De la palabra justa, atinada y precisa. La palabra piadosa. Aquella que llega al fondo mismo del corazón tocado; aquella que abre el entendimiento de la psiquis perturbada; aquella que abre una ventana en la oscuridad, la que hace entrar un hilo luminoso. Aquella que aclare ese tumulto de pensamientos confusos. La que logre aquietar el caos de voces y de llantos. La palabra que transforme el dolor y la confusión en esperanza. Esa que me permita llenar de fe un corazón desolado.
Admiro a Dimash, un cantante maravilloso que se está dando a conocer al mundo. Es un ser brillante. Excepcional. En una época de nuestra historia en que todo es frívolo, en que todos tratamos de simplificar al máximo el esfuerzo, él trabaja de forma incansable, desde niño. Músico, compositor desde su edad escolar; sus maestros cuentan que en las mañanas se veía muchas veces, cansado y mal dormido. Porque pasaba la noche componiendo música. Rara vez faltó a la escuela y nunca a sus clases de canto desde los 5 años. Aún hoy, recibe clases de canto, a pesar de ser el mejor cantante del mundo, y la mejor voz del mundo. El no se cree perfecto y sigue esforzándose por ser cada día mejor.
Tiene un rango vocal admirable que va desde el registro más bajo de varítono, a una voz de soprano.
Es un ser humano brillante, muy humilde, admirable. Respetuoso de su público, de su gente, de su familia. En todos sus conciertos se muestra muy cercano a sus admiradores, afectuoso y agradecido.
Toca varios instrumentos entre ellos: dombra, guitarra, piano, batería, xilófono, órgano, ukelele y contrabajo. Canta en 12 idiomas entre ellos: kazajo, ruso, inglés, mandarín, francés, turco, ucraniano, serbio, alemán e italiano y su última canción, IKANAIDE, en japonés. Habla Kazajo, inglés y ruso. Estudia mandarín,
No hay más que verlo en sus conciertos y en cada uno es mejor que en el anterior. Creo que es un ser especial enviado a la tierra para hacernos tomar conciencia.
En esta vocalización, es magistral lo que hace Dimash. Yo, no me canso de escucharla y verlo. Porque hay que verlo ya que todo él canta. Sus gestos, sus manos, la expresión corporal en él es inmejorable. Esta obra, en mi opinión, lo máximo. Cuando termina esta canción, cuesta creer que lo que hemos escuchado sea una voz humana. Es un verdadero instrumento de viento.
Otra verdadera obra de arte, es Stranger. Los músicos, los coros, los decorados, toda la puesta en escena es estudiada, ajustada. Perfecto. Él, en esta obra, inigualable, demostrando en cada nota, la dedicación y el trabajo constante desde niño, para lograr algo así. Todo él canta, desde su cara hasta sus pies. Es tan completo. Maravilloso.
Es un artista, orgullo para su país, dado que muestra en cada concierto sus trajes típicos, sus instrumentos tradicionales, sus cantos ancestrales, su historia. Ha dado a conocer en nuestros países occidentales, una historia desconocida, la del pueblo Kazajo. Kazajistán, su país, se independizó de la ex Unión Soviética en 1991.
En esta canción, aparece en primer lugar el Kobiz, un instrumento tradicional kazajo. Es admirable.
Dimash despliega acá sus dotes de prodigio y gran estudioso, muy trabajador. Los arreglos musicales, el trabajo del coro, crean un ambiente que nos transporta en la historia que va contando de forma tal, que cuando termina la canción, ya no volveremos a ser los mismos. Estaremos asombrados del dominio absoluto de la técnica, más allá de los dones divinos que ya trae.
Otra canción que es espectacular, es Sinful Passion. Toda la canción es hermosa y él muestra sus distintos registros y diferentes matices en esa voz prodigiosa que tiene. Pero el final es apoteósico.
Tan bella, entre tules y encajes; tan blanca, tan fría... tan ausente. NO ESTABAS ALLÍ.
Allí estaba yo, tan sin ti. Sin saber cómo seguir. Estaba allí. Mutilada. Así me sentí cuando te fuiste. Anulada, desolada. Aún saltan mis lágrimas cada día, cuando te pienso. Nos quedaron tantos sueños por cumplir.
Si miramos la cadena de acontecimientos en la vida, podemos comprender la conexión entre los distintos puntos y entender la coherencia en el porqué de cada uno. Nada sucede porque sí. Todo tiene un significado, un motivo, una razón de ser. Todo lo que sucede en nuestras vidas, es lo mejor que puede ocurrir para nuestra experiencia...